Construir hombres de paja

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La expresión inglesa to build a straw man (construir un hombre de paja, o también un espantapájaros) se emplea cuando alguien deforma la posición de un oponente hasta la caricatura para poder luego derribar su argumento fácilmente. A la vez, por contradicción con la caricatura, la propia posición queda mejorada.

Tenemos abundantes ejemplos de este argumento falaz en el discurso de los partidos populistas. Es el caso de Podemos cuando califica de “casta” a todos los demás y ellos se colocan en la posición de “gente”, claramente más favorable. O cuando los británicos partidarios del Brexit acusan a la libre circulación de personas exigida por los tratados de la Unión Europea de todos los males que aquejan a los trabajadores del Reino Unido.

Es más fácil derribar un espantapájaros inventado que rebatir al oponente con argumentos. La democracia es similar a un curso universitario con muchas asignaturas, y votar es tan solo una de ellas. Otra, que por cierto los partidos independentistas catalanes se empeñan en suspender, es que no cualquier cosa se puede votar, sino tan solo aquello que entra en tu ámbito de competencia y no viola disposiciones de mayor rango, entre ellas la Carta Universal de los Derechos Humanos. Así como un municipio no puede votar por ejemplo romper las relaciones con Marruecos, los catalanes no pueden votar que Cataluña se independice de España. No es de su competencia. El derecho a decidir esta cuestión es competencia de todos los españoles. Una tercera asignatura de la democracia es debatir con honestidad y con argumentos, no con falsos fantasmas. Lamentablemente los debates en España, tanto en los medios como en el propio Parlamento, son de muy baja calidad y casi siempre las cuestiones de fondo quedan escondidas bajo densas cortinas de humo y abundantes espantapájaros.

Un ejemplo de ello fue el no-debate dentro del PSOE sobre su posible abstención ante la investidura de Rajoy. Los partidarios de la misma se escondían bajo la cortina de “no es posible gobernar con 85 diputados” y los partidarios del bloqueo que hubiera desencadenado unas terceras elecciones se escondían bajo la fórmula “queremos un gobierno de progreso que sea alternativa a la derecha”. Tuvo que ocurrir el cataclismo del Comité Federal del 1 de octubre para que finalmente se abordara el verdadero debate, debate que hasta ese momento todos habían esquivado cuidadosamente.

Al parecer el escarmiento no ha sido suficiente, porque se vuelve a empezar con los falsos debates. El ex-Secretario General Pedro Sánchez ha dado el paso de proponerse como candidato a las primarias –-a lo que tiene perfecto derecho—, y sus primeras palabras han sido para construir un nuevo hombre de paja: según él, los que eran partidarios de la abstención son la “derecha” del PSOE y nada menos que subalternos del PP. A la vez, son la “casta”. Para él se reserva la etiqueta de “izquierda”, la de defender un partido autónomo del PP, y el representar la voz de la militancia.

Es en mi opinión un mal comienzo. Otra asignatura de la democracia, y ya son cuatro, es admitir que la verdad no está toda de una parte, la propia, y admitir que hay al menos algo de verdad en el oponente. También incluye presuponer al oponente la misma buena voluntad y honestidad que uno se atribuye a sí mismo. Yo pienso que Pedro Sánchez se equivocó al enrocarse en el “no es no” y al abocarnos, de haber seguido su criterio, a unas terceras elecciones. Pero no le atribuyo ninguna mala fe. Sería deseable que él y sus partidarios tuvieran el mismo respeto por las posiciones que no comparten. Los que proponían la abstención lo hacían con la misma convicción de que esa era la opción menos mala para el país que los que proponían lo contrario. Estas etiquetas que deforman la verdad, estos hombres de paja en definitiva, excitan las pasiones de algunos militantes y dan lugar a lamentables espectáculos como los que se han producido recientemente en algunas agrupaciones del PSOE. También a respuestas desabridas por parte de algunos de sus dirigentes.

Lo que necesita el PSOE en estos momentos son verdaderos debates sobre las cuestiones de fondo, que no son la supuesta división entre dirigentes y militantes, ni la no menos supuesta división entre izquierda y derecha. Las verdaderas cuestiones a debatir son la pérdida de peso de la socialdemocracia en Europa (que es como decir en todo el mundo), la falta de alternativa ante los problemas de la globalización, la creciente desigualdad, el resurgimiento de los populismos, la desafección de la juventud con las instituciones, cómo hacer que los beneficios de la robotización alcancen a todos, la gestión racional de las migraciones, y tantos otros que es necesario abordar y también acertar con las alternativas.

Por eso, si Pedro Sánchez, Patxi López, o cualquier otro candidato o candidata que surjan de aquí a mayo, quieren hacer un servicio a su partido y a su país, deberían centrarse en estos problemas y en comunicar cuáles son sus propuestas para abordarlos. A la vez, deberían mantener un exquisito respeto a las opiniones de sus contrincantes, a los que han de suponer la misma buena voluntad que a sí mismos. Lo último que los militantes y los potenciales votantes desean ver en estos meses es una pelea de gallos, de falsas etiquetas atribuidas al otro, y de descalificaciones mutuas. Ahórrennos por favor por esta vez los falsos debates y los hombres de paja.

Ricardo Peña Marí

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